
Esa retrospectiva -que incluyó títulos como El pueblo de Satán (1956), Ocho horas de terror (1957), La bella del submundo (1958), Senos jóvenes (1958), Pasaporte a la oscuridad (1959), La edad desnuda (1959), Apunten al camión de policía (1960), Todo sale mal (1960), El canal sangriento (1961), La juventud de la bestia (1963), El vagabundo de Kanto (1963), El tatuaje del dragón blanco (1965), El vagabundo de Tokio (1966), Marcado para matar (1967) y Pistol Opera (2001)- demostró por qué Suzuki se convirtió en un director de culto, reconocido internacionalmente por la manera en que subvirtió desde adentro al rígido sistema de estudios del cine japonés, cuestionando los estereotipos y utilizando los géneros como campos de experimentación visual.
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