Larga y fructífera es
la tradición narrativa en que el despertar sexual de
una chica en un contexto represivo se
manifiesta a través de elementos más propios del fantástico o del terror. El
cuarto largometraje del director noruego Joachim Trier se apunta a esta
temática a partir de la historia de la muchacha que da título al filme, Thelma
(Eili Harboe), una joven que viaja a Oslo desde su pueblo natal para estudiar
en la universidad. Allí se enamora de una de sus compañeras de clase. Educada
en una familia profundamente religiosa, la protagonista vive el nacimiento de
su pasión como una profunda crisis que provoca extraños
fenómenos a su alrededor.
Sin demasiado
esfuerzo, podemos relacionar 'Thelma' con ese cine escandinavo, sobre todo
danés, que ha prestado especial atención al vínculo entre mujeres que
amaban por encima de la norma y su entorno religioso, de 'Dies Irae' y buena
parte de la filmografía de Carl Theodor Dreyer a 'Rompiendo las olas', de Lars
von Trier. El noruego presenta a una protagonista marcada y controlada por su
familia cristiana. Pero no se limita a desarrollar el típico drama en torno al
conflicto de una chica homosexual ante sus padres
religiosos. En el primer tramo del filme se pone en evidencia que
Thelma combina su fe con una vida típica de estudiante universitaria. Ha
elegido una carrera científica, biología, a pesar de unos progenitores
'respetuosos' con el creacionismo, y se sonríe con complicidad cuando ve a una
pareja gay cenar a su lado en un restaurante. Si a menudo se siente incómoda
por la vigilancia que ejercen sobre ella sus padres, tampoco le resulta fácil a
la protagonista ser aceptada por unos compañeros para quienes la práctica religiosa resulta un exotismo.
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