No
es un nombre reconocido por el gran público, pero Karyn Kusama es una de las
pocas cineastas femeninas que se ha impuesto en dos grandes festivales
internacionales. Con su ópera prima, Girlfight, se llevó el prestigioso Gran
Premio del Jurado de Sundance, pero los tropiezos de sus dos siguientes
películas (dos concesiones a Hollywood en forma de Aeon Flux y Jennifer’s Body)
hicieron que la prometedora cineasta neoyorquina despareciera del mapa durante
seis años en los que no trabajó en la industria audiovisual.
Fue en 2015 cuando
Kusama protagonizó un inesperado regreso a la primera línea con The Invitation,
un perturbador thriller alrededor de una secta y una cena entre amigos con el
que se impuso en el Festival de Sitges, el certamen de cine fantástico más
importante del planeta. El éxito de ésta le abrió de nuevo las puertas de la
industria. Tras tres años trabajando en series de televisión de todo tipo, la
cineasta asiático americana vuelve a explorar un universo siniestro con
Destroyer, un thriller con una impactante Nicole Kidman que dejará al público
con la boca abierta con la interpretación más exigente de su carrera.
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