La
directora italiana hace de 'Lazzaro felice' la más brillante y lírica
aproximación al cine brillante y lírico. A su lado, la mejor versión en años
del japonés Kore-Eda
"¿Quién
es toda esta gente?", pregunta uno de los poderosos de sombrero de copa y
pelliza al cuello en la mítica Milagro en Milán. "Pobres", le
responde el lacayo. Hay algo del espíritu de Vittorio De Sica en la hasta el
momento película del festival. Lazzaro felice, de Alice Rohrwacher, es
básicamente una historia de desheredados; miserables descubiertos de golpe en
mitad de un gran descampado entre el asombro, la ira y, por qué no, la ternura.
Todo ello, en el fondo de un país, de un continente si se quiere, tan
perfectamente mágico y extraño como reconocible. Eso o, quizá, la filiación más
evidente de este prodigio se encuentre en el penar errático y extrañado de sí
mismo de cualquiera de los personajes del mismo Pasolini. Eso es lo que hace el
Lazzaro del título. ¿Y quién es este hombre? Quién va a ser, un pobre.
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